Un sicólogo me mandó a leer sobre este concepto. Se lo whatsapeé a la Paula para que no se me olvidara, porque debía hacerlo dentro de la semana. No me acuerdo si me dio una web en particular, pero lo que hice fue lo que haría cualquiera: googlear. También busqué en pubmed, pero encontré pocazo.
Encontré información sobre el origen del concepto, que (según lo que entendí) proviene del experimento con unos animales, de un señor cuyo nombre no recuerdo. Consistía en darle choques eléctricos a ambos, pero uno tenía la posibilidad de escapar y el otro no. Esto lo repetía varias veces y el animal que no tenía cómo escapar de las descargas, APRENDÍA que pasara lo que pasara, hiciera lo que hiciera, el resultado sería el mismo: iba a sentir el dolor del choque eléctrico. Entonces, con el correr del tiempo, ese animalito recibía las descargas sin moverse ni intentar nada, porque para qué, poh. Este tipo de aprendizaje lo extrapolaron a diversas circunstancias y situaciones de la vida humana y le dieron el nombre del título de este relato: desesperanza aprendida.
Me vi reflejada en algunas situaciones que describían en las diversas fuentes que leí; hablaban de los niños golpeados, mujeres maltratadas, personas que les va mal en los estudios, trabajo, negocios, relaciones interpersonales, todos con una forma de operar similar a la del animal que recibía la descarga y aprendió que no podía escapar, aunque pataleara o se desesperara.
Me cuesta diferenciar, eso sí, qué es desesperanza aprendida y qué es sanidad mental. Obviamente no tenemos en nuestras manos la solución a todos los problemas, debemos muchas veces aprender a vivir con ellos, pero ahora tengo en mi cabeza la duda: ¿debo resignarme o es que realmente debo patalear para encontrar una solución? En varias cosas (laborales y personales) me aburrí de patalear y ahora, producto de este nuevo aprendizaje, me las estoy replanteando.
Capaz que sea una pura huevada, pero quién sabe. Desaprender y aprender de nuevo da flojera, pero suena bien.
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