He tenido pena varias veces. Lloro con las historias tristes, las películas, la injusticia y un montón de situaciones que probablemente le dan pena a todo el mundo.
Trato, además, de no reprimir el llanto. Soy una convencida que la gente que se contiene de llorar, reír, pelear, etc es infeliz y estítica.
Mi tata se infartó en noviembre de 2015 y lloré desconsoladamente. Vine a Los Ángeles a verlo y ahí estaba, en una camilla haciendo chistes. Me tuve que tragar las lágrimas para que no me viera así. Lo dieron de alta y se deterioró bastante, pasó más en cama y requirió más cuidados que antes, pero contra todo pronóstico, sobrevivió.
El miércoles pasado, el 31 de mayo, me estaba duchando y escuchando I love to love de Tina Charles y la canción se detuvo. Me asomé por la cortina y vi que mi mamá me llamaba y decidí contestar y puse el altavoz: «hija, falleció el abuelito». Tomé aire y ahí me quedé. «Cotita, ¿aló?» Ya mamita, voy a viajar ahora.
Tuve que terminar de ducharme y lloré con hipo. Es la pena más grande que he sentido en la vida. «Se murió el hombre de tu vida» me dijo la Kena. Y sí, poh. Se murió el hombre más importante de mi vida. El que se desvivía por mi, el que me traía un yogur cuando se iba a pagar, el que me compró una pantera rosa en la vega con las indicaciones que le di. El que me hizo un columpio en el patio. El que me fue a dejar un año entero al liceo porque un hueon en bicicleta me perseguía. El que me preguntaba si necesitaba «unos pesitos» cada vez que venía, hasta la semana antepasada. El que me preguntaba si donde vivía en Santiago me trataban bien, si tenía ducha, si pasaba frío. El que posaba para que le sacara fotos cada vez que me veía aparecer con el teléfono.
Agradezco a la vida haber podido disfrutar tanto de él. Fueron 97 años, 36 de los cuales los pasamos juntos. En cada feriado y vacaciones elegí venir a verlos, porque no son eternos. Me siento muy tranquila por haber optado por eso y también sé que a él le encantaba que viniera.
Ahora me tengo que conformar con los recuerdos y seguir adelante sin su presencia. Tengo pena, una pena profunda y desgarradora.
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